"Cosas que revientan"
“!Ojala que reviente!”, nunca llega a ser una verdadera, sincera, profunda expresión de deseos. Nadie, en sus cabales, puede desear que alguien, efectivamente, reviente. Primero que, reventar, lo que se dice reventar, explotar, detonar, estallar y volar, no es algo que le ocurra a la gente normal, salvo que lo dinamiten, que le coloquen determinada cantidad de cartuchos en diferentes orificios del cuerpo y por medio del encendido de las mechas, o controles remotos al uso, lo hagan bolsa. Hay personas, no obstante, que son efectivamente “reventadoras”. Son esas de quienes, al llegar, o al pasar, uno dice: “Ese tipo me revienta”. En este caso es equivalente a “Me rompe”, “Me fastidia”, “Me enerva”, “Me emploma”, “Me llena”. “!Ojala que reviente!”, no llega a ser un deseo, no es un ruego para que Alá lo haga puré al otro pobre. El que expresa “deseos” de esa naturaleza, tiene la secreta esperanza, la impensada seguridad, de que tal expresión no ha de tener el poder suficiente como para provocar el reventón del otro. ¿Y si el otro, de pura casualidad, por hache o por bé revienta?. En ese caso el deseador del reventón ha de verse envuelto en un mar temores y arrepentimientos. Pero si se arrepiente es porque se siente culpable, y si se cree responsable, tiene que admitir que se supone, efectivamente, con los poderes suficientes como para hacer que la gente reviente, tarea que le está encomendada a Dios, con quien, por obvias razones, no se puede ni conviene competir. En todo caso conviene disculparse a tiempo, no sea cosa que. Por último, “¡Ojalá que reviente!”, puede ser una sincera y legitima expresión de deseos, si uno termina de tirar una bomba. No pasa de ahí.
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