Una carta perdida
En un remolino de hojas de árboles caídas que juguete del viento eran, encontramos esta carta inconclusa que por su posible valor documental actual, transcribimos hasta donde escrito está.
Venerable caballero:
He recibido con grata sorpresa su invitación a presidir la Comisión que ha puesto sobre el tapete la urgente necesidad de proteger el buen nombre de los ciudadanos de buen nombre. La honorabilidad puesta en tela de juicio, merece un terreno donde su defensa quede en lo más alto del mástil donde flamea la dignidad de los orientales bien nacidos, y a buen recaudo de la feroz saña con que algunos pretenden menoscabarla, e incluso manosearla, lo que habla del impudor que almacenan en sus bajos instintos. Es lamentable, como usted bien lo señala, que los varones actuales se conformen con llamar a conferencia de prensa olvidando que sus antepasados, por mucho menos, se batían en el campo de honor, carajo. Es hora de terminar con el bochorno del vacuo palabrerío y regresar al reparador florete y la pistola, sin olvidar al santo sable ni al gaucho facón. El caballeresco envío de padrinos ha sido suplantado por el vocero que desmiente acusaciones por televisión, dando un triste ejemplo a las futuras generaciones de corruptos que ya apuntan en un horizonte por suerte limpio de utópicas ideologías. Estoy de total acuerdo en formar una Libre Empresa que organice los duelos a que den motivo las injurias infundadas o no, lo que comprendería además de derechos exclusivos de difusión televisada, la comercialización de hospedaje con piscina a familiares, asistencia médica o funeraria a los contendientes según el resultado, y la razonable comisión que nos habrá de corresponder por tan sacrificada misión en salvaguarda del buen nombre de los hombres probos. No olvidemos que un buen nombre, sumado a un buen apellido, claro está, siempre nos ha de...
>> Ediciones
anteriores de "Esas cosas de Juceca"
® Todos
los derechos reservados
|