Crítica de cine:
"Farmacia de turno"
El título de esta película andorrana, debidamente traducido al español de aquí, debió ser "El laberinto es un sendero hecho por el azar para probar nuestro sentido de la orientación", pero bueno. El film - tal como nos tiene acostumbrados el cine de Andorra -, plantea el conflicto entre una maestra de solfeo y su esposo que queda sordo por culpa de un sobrino que la hace estallar una bazuka cerca de la oreja derecha, justo cuando tenía la izquierda tapada. El tema es, en principio, pueril y trillado, pero el buen manejo del asunto, al que se suma un romance entre un ingeniero espacial que sufre de vértigo y una trapecista de un circo rumano, más la organización del asalto a una compañía petrolera en Playa Pascual, hacen del film una obra por lo menos entretenida aunque no sorprendente. Como era previsible, la profesora de solfeo engaña al sordo con el jefe de la banda que planea asaltar el banco, el que se regenera por efectos del amor y se hace filatélico. Detrás de un valioso sello alemán viaja a Europa, y en una calle de Munich es sorprendido por un ex General de la Gestapo que mediante el viejo cuento del tío, le vende un tanque de la Segunda Guerra Mundial con el cuenta kilómetros alterado. A todo esto el ingeniero espacial vence su temor a las alturas y acompaña a su amada en una de sus acrobacias, logrando momentos de actuación que, salvando alguna distancia, nos recuerda al joven Burt Lancaster en "Trapecio". El filatélico no encuentra el sello y se dispone a usar el tanque para el asalto, pero no le arranca, frustración que - supuestamente - lo llevará al suicidio dentro de una bañera en una secuencia digna de Fernando Rey en "Pascualino siete bellezas". Será el sobrino del sordo engañado el que logre descubrir que el marido de la profesora de solfeo era, en realidad, hermano del ex nazi que tenía todo planeado para quedarse con el circo rumano y retirarse a Las Vegas con la trapecista, la que al ser descubierta por el ingeniero lo mata con el cable del teléfono, justo un día antes de que le entregaran un inalámbrico. En suma, un producto bien elaborado sobre un guión que, pese a sus laberintos, no alcanza los niveles de la recordada "Cumbres borrascosas". Lamentable el acomodador del cine; con el pretexto de haberse quedado sin pilas para la linterna, le pedía fósforos a los espectadores y no los devolvía. Esperemos que no se haga costumbre.
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