Por el tabaco y la yerba
Climático Vitrolo supo ser confianzudo hasta demás. Un hombre, Climático, que usté un suponer lo invitaba a tomar asiento y él se le acostaba en el catre y pedía que le armaran el cigarro porque al estar horizontal -decía-,le caía el polvillo del tabaco en los ojos. - Pa evitarle el polvillo al tabaco, lo mejor es la hoja de la morera en el paquete. - Un hombre Climático, tan confianzudo, que si usté un suponer lo invitaba con un mate, él tomaba y se guardaba la bombilla en el bolsillo del chaleco. Después le asomaba como si fuera una birome. - Si la usa con los agujeritos para arriba, la bombilla le luce como micrófono y es la envidia en donde caiga. - Un hombre, Climático, que si usté un suponer le presentaba a su señora mujer, esposa propia y documentada, él se la pedía prestada por un par de días con la palabra de honor de devolver en perfectas condiciones, y puesta en la puerta de su casa sin cargo. Hasta que se casó con Peripecia Vistita, y a ella se le antojó tener ropero porque Climático carecía. Había sido siempre hombre de colgar en clavo, en la paré, y lo más parecido a ropero que había tenido era fiambrera de tejido fino para colgar a ventilar las alpargatas y evitar la mosca. Como no era hombre de ropero, Climático fue hasta el boliche El Resorte y allí, después de aburrir con algunos comentarios sobre política, acaparó la atención con la cuestión del ropero. "¿Carece?", le preguntaron, y el hombre, avergonzado, pero con tono de disculpa dijo: "Me dejé estar". Fue la Duvija la que opinó que para dejarse estar conviene más el catre, porque el ropero es más para dejar la guitarra, un suponer, o para esconderse en casos de suma peligrosidá, dijo la Duvija. Pero el que se le acercó fue el tape Olmedo, mamau por unanimidá, y lo miró a las vistas y fue y le dijo, le dice: - Un hombre sin ropero, es como una discordancia sin fundamento. Hubo un silencio que por lo largo fue como dos silencios. Al rostro de Climatico se le apreció un aumento en el color de la vergüenza. Era la primera vez que le apreciaban algo, y en el fondo le gustó. La cosa fue que después de destapar una damajuana de tinto se resolvió salir a buscar ropero, y fueron catorce en un carro y entraron a un rancho, sin golpear manos ni nada, y cargaron ropero y le llevaron ropero a Climático para que conformara el capricho de su mujer, que para eso están los amigos y los boliches, dijo alguien en un rincón. Para la medianoche se lo pusieron en la pieza a la mujer dormida, y se volvieron a festejar al Resorte, y cuando Climático regresó, con el sol bajo pero allí, entró al rancho y vio salir a un vecino del ropero. Hubo que hacer mucho trámite, para convencer a Climático de que el vecino ya venía desde antes en el bendito ropero. Entre mate y prosa, el otro arregló para mantenerles el jardín y la huertita por el tabaco y la yerba. Resultó buena gente el hombre.
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