El sorprendente caso del lobizón sorpresa
Asunto que supo ser como de brujería, lo que hizo un tal Moretón Mortajo, lobizón él, pero del tipo lobizón sorpresa, de los que nunca se sabe en qué se le pueden convertir. Lobizón con un respeto pa la fecha, eso hay que decirlo, porque se convertía nada más que los viernes a la medianoche. Y tanto en bicho como en cosa cualquiera. Como ni él ni naides sabía en qué se podía convertir, los viernes lo invitaban al boliche El Resorte y se armaba timba. La gente apostaba, y el que acertaba en qué, se llevaba toda la plata. Y Moretón Mortajo, que era el que hacía el trabajo más difícil, apenas si lo arreglaban con una copita y un quesito con mermelada pa picar. Y una noche va y se convierte en ventilador. No embocó naides, y arriba salieron varios engripados porque hubo corriente y además se volaron varios billetes. Otra noche, a las doce en punto, va y se convierte en arroyo crecido, y no acertó naides y arriba casi se ahogan cuatro. Algunos de los timberos lo quiso cachetear por convertirse en cosas así, que nadie le podía embocar. Y un viernes 13, lo invitaron a que fuera al Resorte pa formar timba, pero que fuera temprano, le dijeron. Medio en secreto pero las voces se corrieron y llegó gente de lejos, y algunos con plata fuerte como ser treinta y dos pesos, y hasta más. Lo hicieron ir temprano cosa de tener tiempo de irlo observando y ver de adivinarle algún gesto que diera una pista. Le sirvieron vino, lo hicieron caminar de allá pa acá, lo tuvieron un rato sentado en una silla, le preguntaban cosas, datos y chismes de los hermanos y abuelitos, le averiguaban gustos, todo pa ver si le descubrían una inclinación, un algo, una señal pa ver si esa noche se convertiría en ternero, en cacerola, en sillón de dentista, en puesta de sol, en teléfono ocupado, cosas así, porque era lobizón sorpresa. La Duvija, un suponer, opinó que por la manera de sentarse podía convertirse en espejo de tualé. El tape Olmedo fue y le comentó a Rosadito Verdoso, le dijo: - Pa mi, por la forma que tiene de agarrar el vaso, clavau que se convierte en estatua de hombre leyendo un libro. Rosadito Verdoso lo miró así al tape, y le dijo que de ninguna manera, y que por la forma que estaba peinado esa noche no andaba lejos de que se convirtiera en un fardo de pasto seco. Cada uno se hizo una idea, y cuando se acercaban las doce de la noche empezaron las apuestas con el nombre de lo que sería, y cada cual a poner la plata en el mostrador porque no se aceptaba si no se veían los pesos. A lo lejos sonaron las campanas de las once, y todas las vistas estaban clavadas en Moretón Mortajo, y Moreton serenito y sin dar señales. La solitaria campanada de once y media hizo que la gente se moviera inquieta de un lau pal otro, y se rascaban las barbas sin un criterio y alguno se asomaba como pa ver la noche, como si el viento o la luna llena le pudiera dar el dato justo, pero nada. Hasta que empezaron a sonar las que iban a ser doce campanadas, las de la medianoche, la hora en que el lobizón sorpresa se había de convertir. Y a las doce en punto, va y se convierte en sargento de policía. Los acusó de timba con cuerpo del delito a la vista, y sin siquiera sacar el arma de reglamento les decomisó todita la plata y los dejo tres días encerrados en el boliche, incomunicados, y pa pior, sin vino.
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