Impresionar al contrario
Asunto serio fue cuando llegó un forastero al boliche El Resorte, pa desafiar. Era un flaco medio compadrón, de los que desafían con la mirada nomás, con la manera de entrar, con la forma de llevar el pucho entre los labios del hocico. Y entró y fue y se acodó al mostrador. Al acodarse pegó un gritito, porque al apoyar se golpeó el hueso del codo y le dio eletricidá por el nervio. Se repuso con un carraspeo, y fue y dijo, dice: - Caballeros, vengo del boliche La Tapita, pa desafiar a lo que sea porque allí somos todos guapos y nos estamos achanchando por falta de ejercicio. Ustedes dirán si se animan. Hubo un silencio profundo, quieto pero tenso, total. Un silencio tan bonito que daba no sé qué romperlo. Era como un jarrón chino. Y un redepente, Azulejo Verdoso agarró una silla, la puso arriba de una mesa, se sentó al revés y se hizo el dormido que estaba soñando algo gracioso, y se reía. La gente del Resorte, que lo tenía bien calado, se dio cuenta que hacía eso pa impresionar al contrario. El de La Tapita pidió una caña y se los quedó mirando, en redondo y a las vistas, como esperando que le contestaran. Fue cuando el tape Olmedo le pegó una trompada a la mortadela que colgaba del techo y la dejó chicotiando. Después se quitó una alpargata y la clavó con el cuchillo contra un postigo y la salivó. Cualquiera que lo conociera, sabía que aquello era pa impresionar al contrario. El de La tapita ya se mostraba nervioso, cuando el gato barcino corrió por el mostrador, dio una voltereta en el aire, picó en una mesa y fue a dar a las bolsas de afrechillo, ladró, y volvió a saltar pa caer paradito en dos patas, la delantera izquierda y la derecha trasera, bien plantado y sin un desequilibrio. Era un hecho que el barcino, con ese instinto que tiene el felino, trataba de impresionar al contrario. El de La Tapita casi se marea con tanta pirueta, pero se repuso, se mandó la caña al buche de un solo saque, acomodó la voz pa gritar, y en eso la Duvija le bajó el hacha a un queso duro varias veces seguidas, y mientras saltaban las astillas del queso y se diban a clavar contra el techo, ella tarareaba la marcha Tres Arboles en tiempo de cumbia. Antes de que el desafiante tuviera tiempo de nada, Rosadito Verdoso dijo: - Cuando lo bueno es mucho, puede ser peor que cuando lo malo es poco, pero también el monte sabe del arrullo de la torcaza mientras que el hombre que vive solito aprende a pegarse sus botones. Entonces el de La tapita, adivinando que en todo aquella locura había una intención, peló el facón que relumbró en el aire, se puso en posición de ataque, y fue un desparramo de gente que se atropellaban buscando puerta pa disparar. Después, cuando le preguntaron al tape por qué la gente del Resorte se había dado a la fuga, dijo que fue pa impresionar al contrario. Quedaron dudas.
® Todos
los derechos reservados
>>
Ver más
cuentos de Don Verídico ...
|