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  Don Verídico  

  De cómo se escapó Prudencio
 
A un tal Voluntario Moroso, le robaron el chancho de arriba del ropero. Lo tenía arriba porque adentro del
ropero guardaba la guitarra y de noche el chancho se rascaba el lomo contra el encordado y no dejaba
dormir. Por eso lo sacó y lo subió. Según decía Voluntario, aquel porcino era muy sensible y no se
aguantaba la noche en el chiquero porque le daba miedo. Cualquier abombau sabe que chancho con miedo no
engorda porque tiembla mucho y pierde peso en los jamones. Por eso, de noche lo metía en el rancho y lo
subía al ropero. Con todo, el hombre le tenía que conversar hasta que se durmiera, le contaba cuentos de
"Los Tres Chanchitos", le recitaba poemas, le cantaba canciones de cuna y le dejaba el farol prendido con
la mecha bajita. Prudencio se llamaba el chancho. Y una noche, van y le roban el chancho de arriba del
ropero. Allá por la madrugada, el hombre escuchó unos gruñidos, pero creyó que era la mujer roncando y no
le dio importancia. La mujer roncaba feo, sí señor. La cosa fue que pa la mañana, va el hombre a buscar el
chancho y el chancho no estaba. Se fijó atrás del ropero por si dormido se había refalado, y minga de
chancho. Se fija abajo del ropero y ni noticias del chancho. Revisa adentro del ropero por las dudas se
hubiera metido, y ni el olor al chancho. Lo llamó por su nombre Prudencio. ¿Usté contestó?. El chancho
tampoco. Ahí se dio cuenta de que le habían robado el chancho. Se pasó la mañana solito tomando mate en la
cocina mientras la mujer, con los ronquidos desde la pieza, le recordaba al chancho. Le rodaba un lagrimón
y pensaba: "Si uno es capaz de extrañar a una mujer que se le va, cómo no va a extrañar a un chancho, que
el chancho no discute ni reprocha ni dice mirá si son horas de llegar ". Pa la tardecita salió a preguntar
por Prudencio a los vecinos, y se enteró que había sido visto pasar con rumbo al boliche El Resorte. Cuando
Voluntario llegó al boliche, dentró, saludó, y allí estaba el chancho. Acostumbrado a dormir arriba del
ropero, descansaba subido al mostrador, junto al barcino. En un rincón, Azulejo Verdoso afilaba semejante
cuchillo en una piedra. Cuando

Voluntario se marchó con su porcino bajo el brazo, el tape Olmedo comentó:
Otra vez será.
Y dejó de limpiar la parrilla.


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