Un asunto picado
Mujer que supo ser asunto pa la picazón, Tropelía Chuleta, la casada en segundas veces con Implicado Corrupto, el menor de los Corruptos sin contar al tío, Ilícito Corrupto. Tropelía era asunto serio pa la picazón, y como el marido no daba abasto pa la rascada ella solía visitar a un tal Barométrico Costrita, que era famoso por las uñas. De oficio pelador de mondongo, y guitarrero de a ratos perdidos el hombre tenía una cosa especial pa la rascada que a la mujer le daba como un gusto. Titubeante ella, indecisa, insegura pa la zona, si la rascaban por aquí a ella le picaba un poquito más allí, y si la rascaban allí, a ella se le corría la picazón pa la zona aledaña. Al marido maldita la gracia que le hacía encontrar en su rancho a Barométrico en plena rascada, así que se fue hasta el boliche El Resorte pa consultar el caso. Quien más quien menos opinó, porque pa opinar todo el mundo está pronto y se cree con derecho y conocimiento, como en el caso de Anacrónico Concreto que se le quedó con un rastrillo al viejo Botarate Botijo, y cuando el viejo se lo fue a reclamar el otro se lo devolvió con los dientes torcidos y en lugar de disculparse le recomendó una ortodoncia, y todo el mundo opinaba. En El Resorte, la primera en opinar fue la Duvija. - Si a la mujer le pica, por algo será, y no es cuestión tampoco de andar comentando sin un conocimiento, y menos hacerle reproches por recibir a un vecino servicial de los que ya quedan poquitos. Se habló de picadura de pulga, de bicho colorado (que hoy por hoy casi no se distingue porque está muy entreverado), de piojillo y de arañitas, de alergia al polvillo de sacudir las alfombras y de cuanta cosa hay. Al final fue Azulejo Verdoso el que le encontró la vuelta. Sin andar opinando, agarró un rayador de queso, un elástico de cama de aquellas camas con elástico, una polea, cuatro pilas alcaloides, dos botones de timbre pa prender y apagar, algunos chirimbolos más, y le hizo una máquina de rascar que venía gente de lejos pa verla. Bien regulado el rayador, aquello era una maravilla que a la mujer no solo le sacaba la picazón, sino que le daba un gusto, que después veía un pedazo de queso y se ponía colorada de cara, como con un pudor, santita.
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