Una mirada entre el follaje.
Truculento Moquete llegó una vuelta por el boliche El Resorte, y contó que se tenía que ir enseguida porque había dejado a su perro solito en el rancho, cuidando la leche que estaba en el fuego. El que preguntó fue el tape Olmedo. - ¿Y el perro se la retira del fuego cuando está por hervir? - No, pero le ladra. - ¿Y qué gana con ladrarle?. - Nada, pero se entretiene. - Pa que no se le vaya la leche, lo mejor es cerrarle la puerta. - Leche en el fuego, se va en el menor descuido. - Por eso es bueno tener un descuido mayor. - Siempre es mejor que se le vaya la leche del fuego y no la mujer del rancho. - Depende. - Pa que no se vaya, lo mejor es tomar la leche al pie de la vaca. - Estando la vaca atada, el que no se va es el ternero. - Yo dejé de fumar, y se me fue el catarro. - Hay mucha ingratitud. - Tosía mucho de noche. - Es la mejor hora. Hubo un silencio y cada cual se quedó con sus pensamientos. La Duvija le bajó el hacha a un queso duro, y una esquirla se fue a clavar en el marco de la puerta. - Durito el queso - comentó un forastero que no tenía visto queso del duro duro. - Si la picada es grande, solemos hacerle agujero con taladro y colocarle un cartucho de dinamita. - Le conviene más rayarlo. - Le tenemos hecho rayas, pero se le borran. - Cosa que no pasa con el tigre ni con la cebra. - La cebra depende mucho del tránsito. - Una vuelta me topé con un tigre, cara a cara. Yo andaba agachado, buscando la tabaquera de cuero con hoja de morera pa mantener el tabaco fresco, cuando entre el ramaje me veo dos ojos que me clavan las vistas. Una mirada sin odio pero sin amor, una cosa impersonal, un algo de curiosidá con un dejo de prudencia. Yo pensé que por el instinto el bicho me tenía que avanzar, y yo, por instinto le reculé. Sin sacarle las vistas de las vistas, dentré a recular en cuatro patas, y él en otras tantas, me avanzaba igual metraje. Y en una me planté, y se plantó. Y le avancé. Y va y me recula. Las vistas en las vistas, hasta que en una, va y se me planta. Ahí me planté. Y va y me avanza. A lo que me avanzó, sin facilitarlo le volví a recular igual metraje, hasta que en una voy y me le planto. A lo que vio que me le planté, va él y se planta y voy yo y le avanzo. Y me reculó. Lo llevaba reculando, cuando vi la tabaquera, la levanté y me fui, loco de las rodillas. Y allá quedó la fiera, no sé si reculando o qué.
® Todos
los derechos reservados
>>
Ver más
cuentos de Don Verídico ...
|