UN DESIERTO DE ARENA ESPARCIDA
Hombre contador, un tal Epílogo Moroso, que cayó al boliche El Resorte una vuelta que se hablaba de tormentas famosas. Ahí, el tape Olmedo contaba que una vuelta lo agarró un tornado y ya se lo llevaba por los aires cuando él, el tape, le contó tanta locura y disparates sin un criterio al tornado, que lo trastornó y ahí se pudo bajar. Porque una tormenta normal -agregó abusando- es brava cuando se torna en tornado, y lo mejor es trastornarla pa que regrese a su entorno natural. Alguien, pícaro, comentó. - Cosa peligrosa puede ser una puerta entornada. - Tormenta brava - dijo un forastero desde un rincón - la que me agarró una vuelta que dentré al desierto de arena fina. - ¿Playa solitaria?. - Sahara. - Siempre hay una mujer. - Yo había salido a caminar sin fijarme un rumbo fijo, cuando pasado un tiempito medio largo, un redepente me dentra a picar la espalda del lau de la paleta. Como era costumbre, miré así, buscando un árbol donde fregar la parte del lomo afectada por la comezón o zarpullido, producto, quizá, de unos ajíes brasileros chiquitos pero picantes como la puta madre que los parió, ingeridos con una caña de igual procedencia. !Pero diánde árbol si aquello era un gigantesco desierto de arena esparcida!. - Arenal Grande. - Recordé entonces un concurso que hubo, cuyo primer premio fue declarado desierto, y comprendí lo que se siente. La Duvija lo miraba al contador y le encontraba cara de Laureano de Arabia, y hasta miró pa la puerta pa ver si tenía camello amarrado al palenque. - Desesperado salí a buscar un espejismo, que suelen venir con palmera de tronco aguantador. Capaz - pensé en mi delirio de mente afiebrada -, que encuentro espejismo con farmacia de turno pa bajar la fiebre, atendida por odalisca de piedra en la frente y vestido de tul pa mosquitero. !Pero diánde!. !Diánde farmacia!. !Diánde odalisca!. !Diánde espejismo!. !Diganmé diánde!. Nadie le dijo nada, porque nadie sabía diánde. - Caminé, lo que no se sabe. - Entonces pudo ser poco - se le atrevió Rosadito Verdoso mientras elegía el higo más pasita de la bolsa. -Ya estaba por caer en las ardientes arenas, cuando algo me reavivó, me aguijoneó la voluntá de no entregarme. - ¿Espejismo a la vista?. - Arenita en un zapato.Como es cosa que no soporto, me salí del desierto, me senté en una reposera, me saqué la piedrita, llamé al mozo y le pedí un trago largo. Si mal no recuerdo, fue un "negrone". Si no es por la arenita, la quedo. El gato se desperezó y fue a echarse a la otra punta del mostrador.
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