Hablando de croquetas
Hombre que supo estar en situaciones espinosas, Pirulero Sumiso, el casau con Farolera Fofeta, que se conocieron una vuelta que ella fue a sacudir el felpudo y él estaba parado ahí. Que lo agarró distraído y lo hizo dar tres volteretas en el aire y fue a caer justo arriba de una tuna, que dispués ella se ofreció pa sacarle las espinas con una pinza de podarse las cejas, y se las iba sacando como quien deshoja margaritas y le iba diciendo: "me quiere, mucho, poquito y nada, me quiere...". Espina va, quejido viene, al hablar de las piruetas salió el tema de las vueltas de la vida, de los golpes del destino y de las croquetas de arroz. El tema de las croquetas no tenía mucho que ver con nada, pero el hombre era loco por las de arroz y no se perdía oportunidá de salir con la cuestión de las croquetas. Dispués de las últimas espinas salieron a caminar, y mimo va, mimo viene, él la quiso besar y ella, cariñosamente, le dio un empujón, lo agarró mal parado y lo sentó en unos cardos. Mientras ella le sacaba las espinas del cardal con la pinza, hablaron de la luna y las estrellas, del amor y los boleros, de la corriente lacaniana y la complejidad de los complejos, y entonces él aprovechó y le comentó de nuevo el asunto de las croquetas con arroz. Y ya que estaba, fue y se le declaró. Ella le dijo que bueno, pero lo primero que tenía que hacer, le dijo, era hablar con el padre, zapatero el viejo, y seco pal trato, seco de palabra y de gesto seco, tan seco que la mujer dos por tres lo tenía que regar. Pirulero se le apersonó con la muchacha, y el viejo, sin mirarlo, mientras golpeaba una suela en un trespie, le ordenó: - Sientesé. Se sentó, justo en una silleta donde el viejo había dejado desparramadas unas tachuelas. Pirulero, apenas apoyó la parte correspondiente, comentó: "Me clavé". Como el viejo se las quería cobrar, la muchacha le arrancó las tachuelas con una tenaza y las dejaron donde estaban. Ahí se dieron cuenta de que estaban hechos el uno para la otra y se casaron. Con la practica que tenía, al poco tiempo se hizo fakir profesional. Se acostaba lo más campante arriba de los clavos, y mientras tanto, ella, para tenerlo contento, le hacía croquetas de arroz.
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