Escuela laica y democracia
Por Carmen Tornaría (*)
La escuela pública y laica no es neutral. No es neutral en su convocatoria, ésta es plural. Al abrirle sus puertas a todos y a todas eligió no seleccionar al alumnado. Los convoca a todos sin distinción de sexo, credo o etnia. Los convoca a todos no por una actitud de neutralidad o de no me importa sino porque en esa convocatoria se conjugan valores.
El valor de la equidad, el de la igualdad de oportunidades, el valor del respeto por los diferentes y el valor de esencialidad para la vida democrática de que estos valores no queden solamente en el plano declarativo sino en el práctico. Aprender, crecer en contacto directo con las diferencias sin temores ni pánicos de ninguna especie, no para homogeneizarlas sino para respetarlas.
La escuela laica no es neutral tampoco en las herramientas didácticas. Elige la razón como herramienta fundamental de conocimiento en el proceso de enseñanza-aprendizaje. La escuela laica es racional.
Hay quienes se alarman porque la escuela laica tenga como motor la razón.
Los valores de equidad e igualdad de oportunidades están también detrás de esta opción por la razón. La capacidad de razonar y el ejercicio de la inteligencia como capacidad de resolver problemas recurriendo a ella, está distribuida democráticamente entre los seres humanos.
Es tan esencial que es condición exclusiva de los seres humanos.
Si en la educación uruguaya de los niños y niñas no utilizáramos la razón como herramienta explicativa de las cosas, los niños, y los educadores y la sociedad tendríamos graves problemas.
Poco a poco vamos aprendiendo a descubrir, a manejar y a aplicar los fundamentos y las leyes del mundo en el que vivimos. Es bastante frecuente, nos enseñaba un docente francés de didáctica de las ciencias, que en el preescolar, al experimentar con el agua, los pequeños observan la "desaparición" del agua en una caldera al hervir, como un acto de encantamiento; lo mismo frente a un cubo de hielo. A cada uno se los convocó, nos relataba, a que les lavaran los cabellos a sus muñecos. Luego, a que secaran con secador el cabello de sus muñecos. Ante la pregunta de donde está el agua que antes mojaba esos cabellos, lo más común fue que la buscaran dentro de la cabeza de los muñecos.
No es sino a través de explicaciones racionales que los docentes vamos enseñando cosas como, por ejemplo, qué pasó con el agua de la caldera, de la cubetera o de los cabellos.
La racionalidad no impide la comprensión ni la participación en el mundo de las creencias. Solo los fundamentalistas pueden temerle a la razón como instrumento de la educación. En el mundo conviven millones de seres que desde la razón no temen al mundo de las creencias y participan activamente en él.
La razón no excluye la fe religiosa. La escuela laica tampoco. No es neutral, elige no educar en la fe, no es confesional. La educación confesional elige educar en la fe pero, por lo menos en nuestro país, no puede excluir la razón como herramienta pedagógica.
La educación laica no es neutral, elige no educar en la fe y en el dogma. La fe y los dogmas no están ausentes de la escuela laica, se estudian; simplemente, no existe como objetivo educar en la fe ni reclutar acólitos, sino formar ciudadanos.
La educación confesional tiene como objetivo formar ciudadanos creyentes.
En el Uruguay unas escuelas y otras tienen cabida.
Alguien puede decir que un niño o niña que desea ser educado en la fe tiene que pagar. Si quiere educarse en la fe en un colegio confesional, tiene que pagar, pero puede educarse en la fe gratuitamente en los centros religiosos vinculados a los diferentes cultos que en Uruguay existen garantizados por la libertad religiosa.
Valores de vida se aprenden en la escuela laica y en la escuela confesional. Muchos de los valores de vida coinciden en uno y otro espacio. Algunos son exclusivos de uno u otro espacio y en algunos casos pueden llegar a contradecirse.
Tomemos el caso del divorcio. En la escuela laica el divorcio es una posibilidad legal; en la escuela confesional es una posibilidad legal pero también es un pecado. Es bien sabido que esa posibilidad legal el estado laico uruguayo la ofrece para todos sus ciudadanos, para los creyentes y para los no creyentes. Y es bien sabido que hay creyentes que se divorcian y hay no creyentes que no lo hacen. La posibilidad legal no obliga, pero el dogma sí. Es por ello, que en un Estado confesional, católico por ejemplo, el divorcio no existe como posibilidad legal para nadie.
En ambos espacios se estudia la ley de divorcio. En un espacio esta ley ofrece una posibilidad legal que no tiene valoración condenatoria y en otro sí.
Tomemos otro ejemplo, el del aborto. En este caso hay coincidencia actualmente en Uruguay en cuanto a valoración condenatoria. Para la ley uruguaya es un delito que llama aborto y para los creyentes no sólo es un delito sino un pecado grave. La ley habla del delito de aborto, la Iglesia de asesinato.
Sabemos que violan la ley creyentes y no creyentes. Los creyentes además de violar la ley, pecan. Sabemos, también, que en ninguno de los dos espacios educativos se promueve como valor de vida el abortar o el divorciarse. La diferencia tiene que ver con el abordaje pedagógico de este tema.
Los dioses, las iglesias, los cultos no están ausentes en el espacio laico educativo, se estudian y se discuten.
En los espacios educativos confesionales también están presentes, pero se privilegia la adhesión a alguno de ellos, y no a los demás. Educar en la fe religiosa es una opción fundamental de un colegio confesional; no lo es en el espacio educativo laico.
Sabemos que los creyentes no son producto exclusivo de colegios confesionales y sabemos que los no creyentes tampoco son producto exclusivo de la educación laica.
La aceptación del dogma es esencial en el espacio educativo confesional; la aceptación de los dogmas, cualquier dogma, es ajena al espacio laico.
Los niños y las niñas para la ley uruguaya no pertenecen a sus padres, tampoco al Estado. En una sociedad democrática, los seres humanos son considerados únicos y libres, se pertenecen a sí mismos. La ley uruguaya entrega a los padres la patria potestad temporariamente hasta que ese ser humano pueda hacerse cargo por sí mismo del manejo de sus derechos y obligaciones ciudadanas. Pero el ejercicio de la patria potestad es regulado también por la ley en un estado democrático y los padres pueden perderlo si justamente, por creer que les pertenecen, abusan de diversas formas en su relacionamiento con sus hijos.
La escuela laica con su pluralismo esencial protege a los niños de la "prepotencia amorosa" de sus padres. No me estoy refiriendo a ninguna asignatura, me estoy refiriendo al espacio mismo de encuentro entre diferentes.
Los valores de la autonomía personal y de la libertad y responsabilidad individual se van cultivando en la escuela laica como elementos básicos de la vida democrática.
En mi hogar paterno no se admitían objetos colorados. Fue en la escuela laica en donde empecé a sospechar que la condición de blanco no era la única posible y sobre todo comprobé que los hijos de los colorados no eran mala gente.
Lo comprendí antes de estudiar los partidos políticos y el sistema electoral. Lo comprendí en la vivencia cotidiana con hijos de padres de otros partidos. Antes de estudiar religiones también comprendí que no todos mis compañeros tomaban la comunión ni festejaban el nuevo año en la misma fecha. Eran distintos pero eran amigos; aprendí que no eran enemigos y nunca me sentí amenazada por ellos ni sentí que mis creencias se debilitaban por la presencia de las de ellos.
Todavía me acuerdo de la insistencia de un compañero cuando estudiando religiones la maestra nos explicaba que Jesús era hebreo y él le preguntaba si estaba segura de lo que estaba diciendo.
Marianita seguramente sufrió en los 70' cuando los vecinos le caceroleaban en la puerta de la casa en donde vivía, pero en la escuela del barrio nunca tuvo miedo ni se sintió tratada de distinta manera por ser nieta de un coronel.
Si los padres nos juntáramos para formar escuelas según nuestras ideas o creencias particulares o profesiones tendríamos escuelas de blancos, de colorados, de frenteamplistas, de nuevoespacistas, de católicos, de protestantes, de umbandistas, de militares, de médicos: estaríamos "tribalizando" la sociedad uruguaya e intentando clonar a nuestros hijos.
La laicidad del Estado uruguayo y la escuela laica constituyen, a mi criterio, no una amenaza sino una garantía, el escenario ideal para el desarrollo democrático. Contribuyen a que los dogmas no generen fundamentalismos y a que los fundamentalistas de cualquier especie no puedan, aunque lo intenten, usar a los niños amparados detrás de la bandera de la libertad de elección.
(*) Profesora y directora del Codicen
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